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martes, 12 de noviembre de 2024

La Caída de la raza Humana en el Pecado - John Macarthur

 


Parte I Anticipando al Señor Jesucristo

02.- La caída de la raza humana en el pecado

(Gn.3:1–12; Jn.8:44; 1Co.11:3b; 1Ti.2:14b; Stg.1:13–15; Ap.20:2b)

Hemos visto y entendido la importancia y la divinidad de Jesús, su eterna gloria y su infinita misericordia. Entendemos que Él es heredero de todo y que todo lo que existe fue hecho para Él. Pero, ¿no podrá también el hombre hacer algo para ganar la salvación? ¿Qué dice la Biblia acerca de la condición humana?

Desde los primeros capítulos de las Escrituras, vemos cómo la humanidad fue creada en un estado de comunión perfecta con Dios. Adán y Eva habitaban en un entorno de paz y abundancia, con acceso a la presencia misma de Dios en el huerto del Edén. Sin embargo, la tentación y el engaño cambiaron para siempre la historia humana. En Génesis 3:1-12, la serpiente, que era “astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho”, cuestiona la Palabra de Dios, incitando a Eva a dudar de la bondad y sabiduría divina. Con la promesa de “ser como Dios”, Eva tomó del fruto prohibido y también dio a Adán, quien comió. Al instante, se dieron cuenta de su desnudez y se escondieron, evidenciando el rompimiento de su relación con Dios y la entrada del pecado en el mundo.

En esta escena vemos que el pecado, en su esencia, consiste en la desobediencia a Dios y en el intento de usurpar su autoridad. Satanás, el engañador, conocido como “homicida desde el principio” y “padre de mentira” (Jn. 8:44), incitó a nuestros primeros padres a rechazar la dependencia de Dios, buscando una autonomía que nunca les fue dada. Como ser humano, reconozco que esta tendencia a buscar independencia de Dios, siguiendo nuestros propios deseos y opiniones, continúa en la humanidad hasta hoy.

Además, la Biblia confirma que el hombre no fue creado para actuar de manera autónoma. En 1 Corintios 11:3, Pablo explica que “Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer”, indicando un orden de autoridad que se originó desde la creación misma. La caída del hombre se inició con el desorden de este diseño divino, cuando Eva fue engañada y se desvió del liderazgo de su esposo (1 Ti. 2:14). La Escritura no exculpa a Adán, quien también incurrió en transgresión; sin embargo, enfatiza que el engaño inicial que llevó a la caída fue resultado de un desafío a la autoridad y sabiduría de Dios. Esta ruptura en el diseño de Dios trajo consigo no solo desobediencia, sino también confusión, sufrimiento y muerte.

La naturaleza pecaminosa de la humanidad, desde este punto, nos lleva a una inclinación inevitable hacia el mal. Santiago 1:13-15 explica que “cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido”. Esta concupiscencia o deseo desordenado concibe el pecado, el cual finalmente da a luz la muerte. La Biblia, entonces, revela que nuestra naturaleza caída nos impulsa hacia el pecado y que no podemos, por nosotros mismos, evitar esta inclinación. Como reformado, creo que esta realidad confirma la absoluta incapacidad del hombre para agradar a Dios o alcanzar la salvación mediante sus propios esfuerzos.

El diablo, quien “engaña al mundo entero” (Ap. 20:2), continúa activamente desviando a la humanidad de la verdad de Dios. La caída trajo no solo la corrupción de nuestro ser, sino también la inclinación constante hacia la mentira, la vanidad y el orgullo, y Satanás sigue aprovechando nuestra naturaleza pecaminosa para perpetuar esta separación de Dios. La doctrina reformada enseña que el hombre no solo está inclinado hacia el pecado, sino que está muerto en sus delitos y pecados, incapaz de hacer algo que le permita ganarse el favor de Dios por sus propias fuerzas. Reconozco entonces que es necesario entender esta condición caída para comprender también la necesidad absoluta de un Salvador.

Conclusión

La caída de la raza humana en el pecado revela la profundidad de nuestra necesidad de Dios y nuestra incapacidad de alcanzar la justicia divina por nuestros propios méritos. Adán y Eva, en su intento de actuar independientemente de Dios, nos dejaron una herencia de pecado, una naturaleza corrupta que nos inclina hacia el mal y que nos separa de la santidad de Dios. Esta comprensión de nuestra condición humana es esencial para comprender el mensaje del evangelio: que, al estar perdidos y espiritualmente muertos, la única esperanza para nosotros es la obra redentora de Jesucristo, quien restaura nuestra relación con Dios y nos da vida.

Llamado a la Acción

Ante esta verdad, nuestro llamado es a reconocer nuestra total dependencia de Cristo. Comprendiendo que no hay esfuerzo humano que pueda remediar nuestra naturaleza caída, somos exhortados a abandonar toda confianza en nosotros mismos y a poner nuestra fe y esperanza únicamente en Él. El arrepentimiento y la fe en Jesús nos llevan a una vida de obediencia y sumisión a la voluntad de Dios. Como seguidores de Cristo, estamos llamados a apartarnos del pecado, a resistir las mentiras de Satanás, y a vivir bajo la autoridad de la Palabra de Dios, reflejando la nueva vida que nos ha sido dada en Cristo. En esta entrega, encontramos la paz y la redención que solo el Creador y Salvador puede ofrecer a su creación caída.


Les dejo el texto completo formado solo de los versiculos citados en el libro:

La serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho; la cual dijo a la mujer: "¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?" Y la mujer respondió a la serpiente: "Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis". Entonces la serpiente dijo a la mujer: "No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal". Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella. Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales. Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto. Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: "¿Dónde estás tú?" Y él respondió: "Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí". Y Dios le dijo: "¿Quién te enseñó que estabas desnudo? ¿Has comido del árbol de que yo te mandé no comieses?" Y el hombre respondió: "La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí". Entonces Jehová Dios dijo a la mujer: "¿Qué es lo que has hecho?" Y dijo la mujer: "La serpiente me engañó, y comí" (Gn. 3:1-12). Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. Él ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira (Jn. 8:44). Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer (1 Co. 11:3b). Pero la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión (1 Ti. 2:14b). Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte (Stg. 1:13-15). El diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero (Ap. 20:2b).



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A Quien Temeremos - Lucas 12:4-7


 

A Quién Temeremos

Introducción: La Realidad de los Temores

El miedo es una constante en la experiencia humana. A lo largo de la historia, y en situaciones como el estallido social de octubre, hemos escuchado la frase: “Nos han robado tanto que también nos robaron el miedo”. Esta expresión refleja un momento en que las personas sentían que habían perdido el temor a las circunstancias extremas, como la presencia de fuerzas militares en las calles. Sin embargo, la verdad es que el miedo nunca desaparece por completo. La vida nos enfrenta a situaciones que despiertan nuevos temores, ya sean económicos, familiares o existenciales. El evangelio de Lucas 12 nos dice:

"4 Mas os digo, amigos míos: No temáis a los que matan el cuerpo, y después nada más pueden hacer. 5 Pero os enseñaré a quién debéis temer: Temed a aquel que después de haber quitado la vida, tiene poder de echar en el infierno; sí, os digo, a este temed. 6 ¿No se venden cinco pajarillos por dos cuartos? Con todo, ni uno de ellos está olvidado delante de Dios. 7 Pues aun los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis, pues; más valéis vosotros que muchos pajarillos."

El Miedo en Nuestra Vida Cotidiana

Todos enfrentamos miedos, ya sea al futuro incierto, a las dificultades económicas, a la enfermedad o a la seguridad de nuestros seres queridos. A medida que envejecemos, estos temores a menudo se multiplican y diversifican. Incluso los jóvenes experimentan miedo, desde la ansiedad por rendir en exámenes hasta la presión social. No es extraño que vivamos en una sociedad que parece estar definida por la inquietud y el temor.

Pero, ¿es anormal sentir miedo? La Biblia nos enseña que el miedo es parte de la experiencia humana desde el inicio. En Génesis, cuando Adán y Eva pecaron, su reacción fue esconderse por miedo: “Y llamó Jehová Dios al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú? Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí” (Génesis 3:9-10, RVR1960). Este miedo inicial fue provocado por la culpa y la vergüenza del pecado, estableciendo un patrón que persiste hasta hoy.

Miedo Paralizante vs. Miedo Reverencial

El miedo puede ser una herramienta que nos alerta sobre peligros reales, pero también puede paralizarnos. En la parábola de los talentos, el siervo que escondió su talento justificó su inacción diciendo: “Señor, te conocía que eres hombre duro... tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra” (Mateo 25:24-25, RVR1960). Este tipo de miedo conduce a la pasividad y, en última instancia, al fracaso. Dios no desea que el temor nos paralice ni nos aleje de nuestro propósito.

Jesucristo enseñó a sus discípulos a redirigir sus temores. En Lucas 12:4-5, les dijo: “Mas os digo, amigos míos: No temáis a los que matan el cuerpo, y después nada más pueden hacer. Pero os enseñaré a quién debéis temer: temed a aquel que, después de haber quitado la vida, tiene poder de echar en el infierno; sí, os digo, a éste temed” (RVR1960). Jesús no les estaba enseñando a vivir sin miedo en absoluto, sino a tener un miedo reverencial a Dios, quien tiene autoridad sobre la vida y la eternidad.

Temor a Dios: El Fundamento de la Sabiduría

El temor de Dios no debe confundirse con terror. Es un respeto profundo y una conciencia de Su poder, Su santidad y Su justicia. Proverbios 1:7 dice: “El principio de la sabiduría es el temor de Jehová” (RVR1960). Este temor nos lleva a reconocer quién es Dios y quiénes somos nosotros en relación con Él. Isaías 6:5 expresa este sentimiento de reverencia cuando el profeta dice: “¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos” (RVR1960).

Hoy en día, muchos han minimizado la idea del temor de Dios, transformándola en un simple respeto. Sin embargo, el temor a Dios es mucho más profundo. Es reconocer que estamos delante del único Ser que es perfectamente santo y soberano. Este temor no nos aleja de Dios; al contrario, nos acerca a Él con una actitud de humildad y sumisión.

Cómo Enfrentar Nuestros Temores

Vivir con un temor reverencial a Dios nos da la perspectiva adecuada para enfrentar los miedos terrenales. El apóstol Pablo, en Romanos 8:35-39, nos recuerda que nada puede separarnos del amor de Dios: “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?... antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó” (RVR1960). Saber que Dios está de nuestro lado nos da la confianza para enfrentar cualquier cosa que la vida nos presente.

El cristiano no está llamado a una vida libre de pruebas o sufrimientos. De hecho, la fidelidad a Dios en muchas épocas ha significado enfrentar incluso la muerte. Para los primeros creyentes, ser fiel hasta la muerte no era solo un llamado poético; era una realidad que abrazaban: “Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida” (Apocalipsis 2:10, RVR1960).

Conclusión: Vivir con Fe, No con Temor

El verdadero temor a Dios no solo nos enseña a vivir en santidad, sino que nos libera de los temores que nos rodean. Cuando entendemos quién es Dios y Su control absoluto sobre todas las cosas, podemos enfrentar el futuro con confianza. Como el salmista declaró: “En el día que temo, yo en ti confío” (Salmo 56:3, RVR1960).

Así que, hermanos, aprendamos a vivir con un temor reverencial a Dios, confiando en Su amor y Su poder. No permitamos que los miedos del mundo nos paralicen, sino que nos lleven a buscar más a Dios y a aferrarnos a Su promesa eterna de vida y salvación.

lunes, 11 de noviembre de 2024

¿Qué es la “providencia de Dios”? - R.C. Sproul


05.- ¿Qué es la “providencia de Dios”?

La palabra providencia está formada por un prefijo y una raíz. Significa “ver anticipadamente.” Podríamos rebajar la providencia de Dios diciendo simplemente que Dios ve todo lo que sucede en este mundo antes que ocurra; él es el gran observador celestial de la historia humana. Sin embargo, la doctrina de la providencia abarca mucho más que sólo considerar a Dios como un espectador divino.
 Hay básicamente tres formas en la que podemos considerar la relación entre Dios y este mundo. La perspectiva deísta, según la cual Dios crea el mundo y le da cuerda como un reloj que tiene causas secundarias incorporadas, y por lo tanto el mundo funciona como una máquina. Dios sale de la escena y simplemente observa todo lo que ocurre en el mundo sin jamás intervenir ni entrometerse. Todo sucede conforme a las causas secundarias incorporadas en el universo. Dicha perspectiva Tiene ciertas ventajas porque de esta manera nadie puede culpar a Dios cuando algo sale mal. Podemos decir que nosotros, como criaturas, ocasionamos las tragedias y catástrofes de este mundo y que Dios no es culpable porque sus manos están atadas.
 Otro punto de vista, que es una reacción extrema frente al deísmo, afirma que no hay causas secundarias en este mundo. Todo lo que sucede es resultado directo de la intervención inmediata de Dios; Dios hace que mi mano suba y hace que baje. Si hay un accidente automovilístico en la esquina, Dios lo causó directamente. El libre albedrío es una ilusión, y no existen causas secundarias. Creemos que actuamos como personas responsables, pero no es así. Dios lo hace todo. Eso es lo que llamaríamos un monismo ético, según el cual Dios determina todo y en forma directa produce todo lo que sucede.
 Yo creo que el punto de vista bíblico, que a mí juicio es el punto de vista cristiano clásico histórico, es un rechazo a estas dos posiciones. Creemos que Dios Creó el universo y dio el poder de la causalidad secundaria a las cosas y a las personas que hay en él, de modo que en verdad podemos hacer cosas por nuestra propia voluntad, mediante nuestras decisiones, nuestra mente, determinación y actividades. Sin embargo, en cada punto específico de nuestras acciones y de las causas secundarias que están en operación, Dios sigue siendo soberano. A veces él obra a través de causas secundarias para que tenga lugar su voluntad, y otras veces obra sin que participen causas secundarias. A veces él se mete en la escena como lo hizo en el ardor de los milagros de Jesús en el Nuevo Testamento; otras veces hace uso de nuestras decisiones y actividades para llevar a cabo su voluntad soberana. La providencia de Dios significa que Dios es soberano sobre todo lo que sucede en este mundo.


¡Que buena Pregunta!, RC Sproul pág 8.


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El hombre ante Dios - Juan Calvino


Capitulo I
03.- El hombre ante Dios

Esa es, según las Escrituras, la causa del temor y el temblor abrumado a los santos cada vez que han sentido la presencia de Dios. Podemos ver cómo quienes se veían llenos de seguridad y marchaban con la cabeza alta al estar lejos de Dios, dan por el contrario muestras de pánico y terror hasta el punto de quedar angustiados, totalmente paralizados, por el terror a la muerte, como anonadados, al manifestar Dios su gloria a ellos, eso nos permite llegar a la conclusión de que los hombres nunca experimentarán el sentimiento de pobreza con tanta intensidad como cuando se ven comparados con la Majestad de Dios. Hay muchos ejemplos de este sentimiento tanto en los jueces que recibieron de Dios el encargo de gobernar Israel como de los profetas, de dónde procede la frase habitual entre el antiguo pueblo: "Ciertamente moriremos, porque a Dios hemos visto" (Jueces 13:22; Isaías 6:5; Ezequiel 1:28). 

Asimismo, para permitir a los hombres ver la realidad de su ignorancia, su debilidad y su impureza, la historia de Job encuentra siempre su principal instrumento en la sabiduría, el poder y la santidad de Dios, y no sin motivo. Vemos cómo, cuando Abraham se acerca para contemplar la majestad de Dios, se reconoce como polvo y ceniza ( Génesis 18:27), Elías se cubre el rostro (1 de Reyes 19:13), no pueden soportar tan suprema majestad.¿Que puede hacer el hombre, que no es más que "gusano y podredumbre", si los querubines y los ángeles del cielo se cubren el rostro de miedo y asombro (Isaías 6:2)? Como dice el profeta Isaías, la luna se avergonzará y el sol se confundirá cuando el Señor de los Ejércitos reine (24:23; 2:10; 19), es decir, cuando revele su caridad y la permita ver de más cerca, de tal manera que lo que antes parecía de lo más luminoso se vea oscurecido. 

Aunque no existe una relación recíproca entre conocer a Dios y conocerse a uno mismo, es importante, de cara a una correcta comprensión, examinar en primer lugar en qué consiste conocer a Dios, para proceder en acto seguido al segundo punto.

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Bienaventurados en la Adversidad - Mateo 5:11-12


 El Señor Jesús, en Su Sermón del Monte, dejó claro que el seguimiento fiel de Su camino trae consigo la incomodidad del mundo. Los creyentes son llamados no solo a vivir en la verdad, sino a regocijarse cuando esa misma verdad provoca rechazo y oposición. Los puritanos, con su devoción profunda y su celo por la santidad, entendían bien que la verdadera fidelidad a Cristo implicaba sacrificio y pruebas. Ser despreciado o perseguido por causa de la justicia es, paradójicamente, una señal de bendición y favor divino.

“Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. 12 Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros.”
— Mateo 5:11-12 (RVR60)

Reflexión y aplicación práctica:
John Bunyan, el autor de El progreso del peregrino, escribió su obra maestra desde una celda de prisión, comprendiendo que la persecución era una evidencia de su fidelidad a Dios. Hoy, somos invitados a tener la misma perspectiva. Cuando seamos menospreciados por mantenernos firmes en las enseñanzas de Cristo, debemos recordar que estamos siendo partícipes del gozo celestial. La oposición de los hombres es, de hecho, un testimonio de que la luz de Cristo en nosotros ha llegado a perturbar la oscuridad de este mundo.

Cuando sientas el peso de la crítica o la burla, detente y contempla que estás caminando la senda de los profetas y mártires. No es tiempo de ceder al temor ni de buscar la aprobación del mundo, sino de levantar la mirada y encontrar gozo en el favor y la compañía de Aquel que ha prometido nunca dejarnos ni desampararnos.

Oración:
Dios Todopoderoso, te agradezco por la gracia de poder seguirte aun en medio de la oposición. Dame la fortaleza de mantenerme firme y el gozo de recordar que todo el cielo me respalda cuando soy rechazado por Tu nombre. Ayúdame a responder con un corazón humilde, confiando en que mi recompensa está en Ti y no en los hombres. Hazme fiel como los santos que han caminado antes que yo. Amén.

El Poder de Su Palabra - Hebreos 4:12


El libro de Hebreos 4:12 nos recuerda la naturaleza única de las Escrituras: “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.” Esta poderosa declaración no solo describe la profundidad de las Escrituras, sino también su impacto en quienes se acercan a ella con fe y reverencia.

"12 Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón."

La Biblia: Un Tesoro para Todos
Durante la época de la Reforma, uno de los grandes logros fue la recuperación de la Biblia para el pueblo común. Antes de ese movimiento, las Escrituras estaban reservadas en monasterios o solo en manos de algunos estudiosos en latín, un idioma inaccesible para la mayoría. Este acceso limitado hacía que la palabra de Dios pareciera distante, encerrada en un idioma y un formato que no todos comprendían. La Reforma Protestante, sin embargo, devolvió la Biblia al hogar y al corazón de los cristianos, permitiendo que cada creyente pudiera acercarse a Dios a través de Su palabra. Esta fue una revolución espiritual, pues ahora todos podían escuchar a Dios en su propio idioma y contexto.

Una Palabra Viva y Relevante
La Escritura no es un libro anacrónico ni obsoleto. Su mensaje es eterno, aplicable a toda época y a toda circunstancia de nuestra vida. A través de las páginas de la Biblia, Dios nos habla con una palabra que es “viva y eficaz”. No nos da respuestas literales sobre redes sociales o tecnología, pero sí principios eternos que guían cada aspecto de nuestra vida. Esta palabra viva no está sujeta a modas o tendencias; siempre es pertinente, ofreciendo respuestas claras y eternas a nuestros desafíos cotidianos.

La Transformación del Corazón
El autor de Hebreos usa la imagen de una espada de dos filos para describir el poder de la palabra de Dios. Esta espada, más afilada que cualquier otra, penetra en lo más profundo de nuestro ser, revelando y transformando nuestros corazones. La Biblia no es solo un libro de información o consejos; es una herramienta de transformación. Nos muestra tal y como somos, descubriendo nuestras intenciones y pensamientos más profundos. En esa revelación, nos invita a una conversión continua, alejándonos de nuestra antigua manera de vivir y moldeándonos para ser más como Cristo.

La Dependencia en Dios
Al estudiar y meditar en las Escrituras, comprendemos que Dios nos conoce íntimamente. Conocemos más a Dios, pero también nos conocemos mejor a nosotros mismos. Él discierne nuestros pensamientos y nuestras intenciones, revelando no solo nuestras necesidades materiales, sino también nuestras luchas espirituales y deseos más profundos. Al leer la Biblia, nos exponemos ante Dios, permitiendo que Él examine nuestro corazón y transforme nuestras vidas.

La Escritura como Norma y Guía
Reconocemos a las Escrituras como la norma suprema de nuestra fe y vida. La Biblia no solo es un libro inspirador; es la revelación de Dios mismo, un medio por el cual Su Espíritu obra en nuestros corazones. Cuando Calvino compara la Escritura con un padre que se inclina para hablarle a su hijo, nos recuerda que Dios se adapta a nuestra humanidad, comunicándose de forma clara y accesible. Así, la Biblia se convierte en nuestra luz en medio de la oscuridad, nuestra guía en medio de la confusión del mundo. Ella es suficiente y confiable para llevarnos al conocimiento de Dios y dirigirnos hacia una vida piadosa.

Profundiza en la Palabra de Dios
Como creyentes, debemos hacer de la Biblia nuestra fuente principal de verdad y consuelo. No la tratemos como un simple libro de referencia o un conjunto de normas, sino como la misma voz de Dios dirigiéndose a nosotros. Te invito a que hagas un compromiso hoy: busca la Escritura cada día, no solo para obtener conocimiento, sino para permitir que transforme tu vida y tu relación con Dios. Permite que Su palabra te forme, te corrija y te conduzca. Dios, a través de Su Espíritu, obra en nosotros para hacernos más parecidos a Cristo. Hoy, pongamos nuestra confianza en Su palabra viva y eficaz.


 

La Fe que Transforma - Romanos 1:16


Como creyentes, somos llamados a vivir una fe auténtica, que no se oculta ni se avergüenza. En un mundo que muchas veces cuestiona los principios cristianos, es fácil sentirnos tentados a no expresar nuestra fe abiertamente. Sin embargo, Pablo nos anima a vivir con valor y confianza en el poder del evangelio, recordándonos que la salvación y la vida en Cristo son regalos inmensurables, dignos de ser compartidos sin reservas.

"Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios 
para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego.."
— Romanos 1:16 (RVR60)

Aplicación práctica:
Hoy, reflexiona sobre las oportunidades que tienes para mostrar tu fe, ya sea en tus palabras, decisiones o la forma en que tratas a los demás. Quizás sientas la necesidad de orar por alguien, hablar de tu fe o responder con amor en situaciones difíciles. Permite que el poder del evangelio te inspire a vivir con convicción, sabiendo que cada pequeño acto de fe es una oportunidad para reflejar a Cristo.

Oración:
Señor, te doy gracias por el regalo de Tu evangelio, que trae vida y esperanza. Ayúdame a no avergonzarme de seguirte, sino a vivir con valentía y gratitud, confiando en Tu poder. Que mi vida sea un testimonio de Tu amor y Tu salvación. Amén.


 

Venciendo el Desánimo - 2 Corintios 4:16-18

  En el caminar diario de la vida cristiana, enfrentamos desafíos y pruebas que pueden llegar a desgastar nuestra fe y nuestras fuerzas. Sin...