La vida puede parecer un enigma desconcertante. Trabajamos, luchamos, sufrimos y, finalmente, enfrentamos la muerte. El autor de Eclesiastés, con una brutal honestidad, aborda esta pregunta universal: ¿tiene sentido la vida? Si vivimos exclusivamente "bajo el sol", todo parece vano. Sin embargo, al levantar la mirada hacia "bajo el cielo", encontramos un propósito eterno que da significado incluso a los aspectos más pequeños de nuestra existencia.
“Porque, ¿Qué tiene el hombre de todo su trabajo, y de la fatiga de su corazón, con que se afana debajo del sol?” (Eclesiastés 2:22, RVR1960).
La raíz del problema es la separación del hombre de su Creador. Al buscar significado exclusivamente en lo terrenal, el alma se encuentra vacía, pues fue diseñada para algo mayor: la comunión con Dios. Pero cuando miramos "bajo el cielo", entendemos que el propósito de nuestra existencia está en glorificar a Dios y disfrutar de Él para siempre.
El trabajo, los logros y las alegrías de la vida no son fines en sí mismos, sino medios para reflejar la bondad y la gloria del Creador. Bajo el cielo, incluso el sufrimiento adquiere sentido porque nos moldea a la imagen de Cristo y nos enseña a depender de Él. Así, el evangelio nos redime no solo de nuestro pecado, sino también de la futilidad que caracterizaba nuestra vida antes de conocer a Dios.
Aplicación práctica
- Evalúa tu enfoque: Reflexiona sobre dónde estás buscando propósito. Pregúntate si estás viviendo "bajo el sol", enfocado únicamente en lo temporal, o si tu mirada está puesta en "bajo el cielo", en las realidades eternas de Dios.
- Trabaja para la gloria de Dios: Haz todo lo que emprendas, desde las tareas más simples hasta las más significativas, con la intención de glorificar a Dios. El trabajo no es vano cuando se realiza para su honra.
- Encuentra descanso en Cristo: En un mundo que constantemente exige más, recuerda que Cristo te ofrece descanso. Él es el propósito y el descanso de nuestras almas cansadas.
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