Donde el Alma Descansa
//Siento un peso en el pecho, un eco en mi interior,
la herida del tiempo, la sombra del dolor.
Busqué en la fuerza del mundo consuelo y razón,
pero hallé solo el ruido… y un cansado corazón.
¿Quién me podrá ayudar,
cuando la fe parece callar?
¿Dónde podré descansar,
si hasta mis pasos quieren cesar?
He visto el alma rendirse en su afán,
he sentido la duda rozar la verdad.
Mas aprendí que el dolor no es rival,
cuando en medio del fuego Él sigue igual.
Porque en el silencio donde todo se apaga,
su voz susurra: “Aquí estoy, no temas más.”
No hay monte tan alto, ni abismo tan hondo,
que Su gracia no pueda alcanzar.
Es el Hijo del Dios eterno,
quien al cansado levanta del suelo.
No pide oro, solo el alma sincera,
que se rinde y confía cuando ya no espera.
Él no habita en templos de piedra,
sino en corazones que aprenden a creer.
Su descanso no está en la ausencia del peso,
sino en la certeza de que Él sostiene el ser.
Así, cuando el dolor me vuelva a visitar,
no huiré, no temeré más.
Porque incluso en la herida recordaré:
lo que duele, enseña; lo que enseña, transforma;
y lo que Cristo toca… sana.
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