Vivimos en una era donde los templos han cambiado de forma, pero no han desaparecido. Ya no están hechos de piedra ni decorados con oro, sino de pantallas, metas y emociones. La idolatría no pertenece al pasado; es el pulso secreto del presente. Cada corazón humano —como dijo Juan Calvino— es una “fábrica perpetua de ídolos”, siempre buscando algo que ocupará el lugar de Dios.
En este curso exploraremos cómo esa antigua inclinación sigue moldeando la cultura moderna: el éxito que se convierte en juez, el amor que se transforma en salvador, el dinero que promete seguridad, la política que ofrece redención. Veremos cómo los ídolos surgen de los buenos dones que se colocan en el trono equivocado y cómo terminan por exigir sacrificios imposibles.
A la luz de la Escritura, la teología reformada y la experiencia humana, descubriremos no solo el diagnóstico del corazón, sino también su medicina: reemplazar los dioses falsos por el amor del Dios verdadero. Porque el corazón no puede quedarse vacío; siempre adorará algo. El desafío no es dejar de amar, sino aprender a amar en el orden correcto.
Este recorrido no busca culpables, sino liberación. No condena el deseo, sino que lo redime. Nos invita a mirar con honestidad el espejo del alma y reconocer qué tronos hemos construido… y quién debe ocuparlos.
01.- Introducción: La Fábrica de Ídolos.
02.- Ídolo Central: Cuando Obtener tu Mayor Deseo es lo Peor.
03.- Ídolo de Superficie: El Amor No Es Todo lo Que Necesitas.
04.- Ídolo de Superficie: El Dinero y la Codicia Flagrante.
05.- Ídolo de Superficie: La Seducción del Éxito y la Falsa Seguridad.
06.- Ídolo de Superficie El Poder y la Política como Religión.
07.- Ídolos Ocultos: La Cultura y la Religión.
08.- Dioses que Fallan: Reflexión Final
🌿 Palabras Finales
Espero que este curso te haya ayudado a mirar más de cerca los movimientos silenciosos del corazón —esas lealtades ocultas que tantas veces moldean nuestra vida sin que lo notemos— y a redescubrir la libertad que nace cuando Dios vuelve a ocupar su lugar en el centro.
Si algo quiero que te quede, es esto: los ídolos prometen vida, pero solo el Dios verdadero la da. Lo que el corazón fabrica, Él puede redimir. Y cada paso de fe, cada renuncia a un “dios que falla”, es una confesión de amor hacia Aquel que nunca falla.


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