Sobre el cerro, entre piedras arboles de la parte alta de Coquimbo, se alzan los hogares y colegios que parecen sostenerse entre el cielo y la roca. Es un paisaje de resistencia y belleza, donde la vida desafía el terreno agreste. El cielo se extiende, pintado de azul profundo, surcado por nubes suaves que fluyen como pensamientos en calma. Las piedras, testigos mudos del paso del tiempo, se tiñen con el sol y el viento, mientras el aire trae susurros del mar cercano. Aquí, la naturaleza y la mano del hombre conviven en armonía, formando una postal que respira paz y asombro.