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martes, 12 de noviembre de 2024

A Quien Temeremos - Lucas 12:4-7


 

A Quién Temeremos

Introducción: La Realidad de los Temores

El miedo es una constante en la experiencia humana. A lo largo de la historia, y en situaciones como el estallido social de octubre, hemos escuchado la frase: “Nos han robado tanto que también nos robaron el miedo”. Esta expresión refleja un momento en que las personas sentían que habían perdido el temor a las circunstancias extremas, como la presencia de fuerzas militares en las calles. Sin embargo, la verdad es que el miedo nunca desaparece por completo. La vida nos enfrenta a situaciones que despiertan nuevos temores, ya sean económicos, familiares o existenciales. El evangelio de Lucas 12 nos dice:

"4 Mas os digo, amigos míos: No temáis a los que matan el cuerpo, y después nada más pueden hacer. 5 Pero os enseñaré a quién debéis temer: Temed a aquel que después de haber quitado la vida, tiene poder de echar en el infierno; sí, os digo, a este temed. 6 ¿No se venden cinco pajarillos por dos cuartos? Con todo, ni uno de ellos está olvidado delante de Dios. 7 Pues aun los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis, pues; más valéis vosotros que muchos pajarillos."

El Miedo en Nuestra Vida Cotidiana

Todos enfrentamos miedos, ya sea al futuro incierto, a las dificultades económicas, a la enfermedad o a la seguridad de nuestros seres queridos. A medida que envejecemos, estos temores a menudo se multiplican y diversifican. Incluso los jóvenes experimentan miedo, desde la ansiedad por rendir en exámenes hasta la presión social. No es extraño que vivamos en una sociedad que parece estar definida por la inquietud y el temor.

Pero, ¿es anormal sentir miedo? La Biblia nos enseña que el miedo es parte de la experiencia humana desde el inicio. En Génesis, cuando Adán y Eva pecaron, su reacción fue esconderse por miedo: “Y llamó Jehová Dios al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú? Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí” (Génesis 3:9-10, RVR1960). Este miedo inicial fue provocado por la culpa y la vergüenza del pecado, estableciendo un patrón que persiste hasta hoy.

Miedo Paralizante vs. Miedo Reverencial

El miedo puede ser una herramienta que nos alerta sobre peligros reales, pero también puede paralizarnos. En la parábola de los talentos, el siervo que escondió su talento justificó su inacción diciendo: “Señor, te conocía que eres hombre duro... tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra” (Mateo 25:24-25, RVR1960). Este tipo de miedo conduce a la pasividad y, en última instancia, al fracaso. Dios no desea que el temor nos paralice ni nos aleje de nuestro propósito.

Jesucristo enseñó a sus discípulos a redirigir sus temores. En Lucas 12:4-5, les dijo: “Mas os digo, amigos míos: No temáis a los que matan el cuerpo, y después nada más pueden hacer. Pero os enseñaré a quién debéis temer: temed a aquel que, después de haber quitado la vida, tiene poder de echar en el infierno; sí, os digo, a éste temed” (RVR1960). Jesús no les estaba enseñando a vivir sin miedo en absoluto, sino a tener un miedo reverencial a Dios, quien tiene autoridad sobre la vida y la eternidad.

Temor a Dios: El Fundamento de la Sabiduría

El temor de Dios no debe confundirse con terror. Es un respeto profundo y una conciencia de Su poder, Su santidad y Su justicia. Proverbios 1:7 dice: “El principio de la sabiduría es el temor de Jehová” (RVR1960). Este temor nos lleva a reconocer quién es Dios y quiénes somos nosotros en relación con Él. Isaías 6:5 expresa este sentimiento de reverencia cuando el profeta dice: “¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos” (RVR1960).

Hoy en día, muchos han minimizado la idea del temor de Dios, transformándola en un simple respeto. Sin embargo, el temor a Dios es mucho más profundo. Es reconocer que estamos delante del único Ser que es perfectamente santo y soberano. Este temor no nos aleja de Dios; al contrario, nos acerca a Él con una actitud de humildad y sumisión.

Cómo Enfrentar Nuestros Temores

Vivir con un temor reverencial a Dios nos da la perspectiva adecuada para enfrentar los miedos terrenales. El apóstol Pablo, en Romanos 8:35-39, nos recuerda que nada puede separarnos del amor de Dios: “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?... antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó” (RVR1960). Saber que Dios está de nuestro lado nos da la confianza para enfrentar cualquier cosa que la vida nos presente.

El cristiano no está llamado a una vida libre de pruebas o sufrimientos. De hecho, la fidelidad a Dios en muchas épocas ha significado enfrentar incluso la muerte. Para los primeros creyentes, ser fiel hasta la muerte no era solo un llamado poético; era una realidad que abrazaban: “Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida” (Apocalipsis 2:10, RVR1960).

Conclusión: Vivir con Fe, No con Temor

El verdadero temor a Dios no solo nos enseña a vivir en santidad, sino que nos libera de los temores que nos rodean. Cuando entendemos quién es Dios y Su control absoluto sobre todas las cosas, podemos enfrentar el futuro con confianza. Como el salmista declaró: “En el día que temo, yo en ti confío” (Salmo 56:3, RVR1960).

Así que, hermanos, aprendamos a vivir con un temor reverencial a Dios, confiando en Su amor y Su poder. No permitamos que los miedos del mundo nos paralicen, sino que nos lleven a buscar más a Dios y a aferrarnos a Su promesa eterna de vida y salvación.

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