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martes, 12 de noviembre de 2024

La Caída de la raza Humana en el Pecado - John Macarthur

 


Parte I Anticipando al Señor Jesucristo

02.- La caída de la raza humana en el pecado

(Gn.3:1–12; Jn.8:44; 1Co.11:3b; 1Ti.2:14b; Stg.1:13–15; Ap.20:2b)

Hemos visto y entendido la importancia y la divinidad de Jesús, su eterna gloria y su infinita misericordia. Entendemos que Él es heredero de todo y que todo lo que existe fue hecho para Él. Pero, ¿no podrá también el hombre hacer algo para ganar la salvación? ¿Qué dice la Biblia acerca de la condición humana?

Desde los primeros capítulos de las Escrituras, vemos cómo la humanidad fue creada en un estado de comunión perfecta con Dios. Adán y Eva habitaban en un entorno de paz y abundancia, con acceso a la presencia misma de Dios en el huerto del Edén. Sin embargo, la tentación y el engaño cambiaron para siempre la historia humana. En Génesis 3:1-12, la serpiente, que era “astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho”, cuestiona la Palabra de Dios, incitando a Eva a dudar de la bondad y sabiduría divina. Con la promesa de “ser como Dios”, Eva tomó del fruto prohibido y también dio a Adán, quien comió. Al instante, se dieron cuenta de su desnudez y se escondieron, evidenciando el rompimiento de su relación con Dios y la entrada del pecado en el mundo.

En esta escena vemos que el pecado, en su esencia, consiste en la desobediencia a Dios y en el intento de usurpar su autoridad. Satanás, el engañador, conocido como “homicida desde el principio” y “padre de mentira” (Jn. 8:44), incitó a nuestros primeros padres a rechazar la dependencia de Dios, buscando una autonomía que nunca les fue dada. Como ser humano, reconozco que esta tendencia a buscar independencia de Dios, siguiendo nuestros propios deseos y opiniones, continúa en la humanidad hasta hoy.

Además, la Biblia confirma que el hombre no fue creado para actuar de manera autónoma. En 1 Corintios 11:3, Pablo explica que “Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer”, indicando un orden de autoridad que se originó desde la creación misma. La caída del hombre se inició con el desorden de este diseño divino, cuando Eva fue engañada y se desvió del liderazgo de su esposo (1 Ti. 2:14). La Escritura no exculpa a Adán, quien también incurrió en transgresión; sin embargo, enfatiza que el engaño inicial que llevó a la caída fue resultado de un desafío a la autoridad y sabiduría de Dios. Esta ruptura en el diseño de Dios trajo consigo no solo desobediencia, sino también confusión, sufrimiento y muerte.

La naturaleza pecaminosa de la humanidad, desde este punto, nos lleva a una inclinación inevitable hacia el mal. Santiago 1:13-15 explica que “cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido”. Esta concupiscencia o deseo desordenado concibe el pecado, el cual finalmente da a luz la muerte. La Biblia, entonces, revela que nuestra naturaleza caída nos impulsa hacia el pecado y que no podemos, por nosotros mismos, evitar esta inclinación. Como reformado, creo que esta realidad confirma la absoluta incapacidad del hombre para agradar a Dios o alcanzar la salvación mediante sus propios esfuerzos.

El diablo, quien “engaña al mundo entero” (Ap. 20:2), continúa activamente desviando a la humanidad de la verdad de Dios. La caída trajo no solo la corrupción de nuestro ser, sino también la inclinación constante hacia la mentira, la vanidad y el orgullo, y Satanás sigue aprovechando nuestra naturaleza pecaminosa para perpetuar esta separación de Dios. La doctrina reformada enseña que el hombre no solo está inclinado hacia el pecado, sino que está muerto en sus delitos y pecados, incapaz de hacer algo que le permita ganarse el favor de Dios por sus propias fuerzas. Reconozco entonces que es necesario entender esta condición caída para comprender también la necesidad absoluta de un Salvador.

Conclusión

La caída de la raza humana en el pecado revela la profundidad de nuestra necesidad de Dios y nuestra incapacidad de alcanzar la justicia divina por nuestros propios méritos. Adán y Eva, en su intento de actuar independientemente de Dios, nos dejaron una herencia de pecado, una naturaleza corrupta que nos inclina hacia el mal y que nos separa de la santidad de Dios. Esta comprensión de nuestra condición humana es esencial para comprender el mensaje del evangelio: que, al estar perdidos y espiritualmente muertos, la única esperanza para nosotros es la obra redentora de Jesucristo, quien restaura nuestra relación con Dios y nos da vida.

Llamado a la Acción

Ante esta verdad, nuestro llamado es a reconocer nuestra total dependencia de Cristo. Comprendiendo que no hay esfuerzo humano que pueda remediar nuestra naturaleza caída, somos exhortados a abandonar toda confianza en nosotros mismos y a poner nuestra fe y esperanza únicamente en Él. El arrepentimiento y la fe en Jesús nos llevan a una vida de obediencia y sumisión a la voluntad de Dios. Como seguidores de Cristo, estamos llamados a apartarnos del pecado, a resistir las mentiras de Satanás, y a vivir bajo la autoridad de la Palabra de Dios, reflejando la nueva vida que nos ha sido dada en Cristo. En esta entrega, encontramos la paz y la redención que solo el Creador y Salvador puede ofrecer a su creación caída.


Les dejo el texto completo formado solo de los versiculos citados en el libro:

La serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho; la cual dijo a la mujer: "¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?" Y la mujer respondió a la serpiente: "Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis". Entonces la serpiente dijo a la mujer: "No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal". Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella. Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales. Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto. Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: "¿Dónde estás tú?" Y él respondió: "Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí". Y Dios le dijo: "¿Quién te enseñó que estabas desnudo? ¿Has comido del árbol de que yo te mandé no comieses?" Y el hombre respondió: "La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí". Entonces Jehová Dios dijo a la mujer: "¿Qué es lo que has hecho?" Y dijo la mujer: "La serpiente me engañó, y comí" (Gn. 3:1-12). Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. Él ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira (Jn. 8:44). Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer (1 Co. 11:3b). Pero la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión (1 Ti. 2:14b). Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte (Stg. 1:13-15). El diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero (Ap. 20:2b).



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