La historia de Éxodo 33 es un claro reflejo de la profundidad y exclusividad de la relación que Dios estableció con Moisés. Este pasaje nos sitúa en un momento crítico: el pueblo de Israel ha pecado al adorar al becerro de oro, y Dios había considerado no ir con ellos hacia la tierra prometida. Sin embargo, Moisés intercede con un fervor que nos enseña lo que significa verdaderamente caminar con Dios. La Escritura nos describe que "Jehová hablaba a Moisés cara a cara, como habla cualquiera a su compañero" (Éxodo 33:11). Esta imagen nos invita a considerar cómo es nuestra comunión con Dios: ¿es íntima, constante, auténtica?
12 Y dijo Moisés a Jehová: Mira, tú me dices a mí: Saca este pueblo; y tú no me has declarado a quién enviarás conmigo. Sin embargo, tú dices: Yo te he conocido por tu nombre, y has hallado también gracia en mis ojos. 13 Ahora, pues, si he hallado gracia en tus ojos, te ruego que me muestres ahora tu camino, para que te conozca, y halle gracia en tus ojos; y mira que esta gente es pueblo tuyo. 14 Y él dijo: Mi presencia irá contigo, y te daré descanso. 15 Y Moisés respondió: Si tu presencia no ha de ir conmigo, no nos saques de aquí.
- Éxodo 33:12-15
Este tipo de búsqueda es radicalmente diferente a las relaciones humanas, que pueden variar en intensidad y fidelidad. En cambio, el caminar con Dios es un camino de perseverancia y devoción, nutrido por Su fidelidad eterna y Su gracia. Moisés entendía que conocer a Dios y experimentar Su presencia es más valioso que cualquier bendición o logro humano.
La promesa de la presencia de Dios es el fundamento de la esperanza cristiana. No es simplemente que Dios está cerca cuando las cosas van bien; es que Él camina con nosotros, sosteniéndonos, incluso cuando la senda es incierta y los desafíos parecen abrumadores. Este caminar diario nos enseña a depender de Dios y a encontrar en Él nuestra satisfacción y propósito.
Jesucristo, el ejemplo máximo de comunión y dependencia del Padre, vivió y murió para que nosotros también pudiéramos tener esta cercanía con Dios. Su sacrificio nos abrió la puerta para caminar con Él, no de manera distante, sino en una relación profunda y transformadora. Como dice la Escritura: "Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero" (1 Juan 4:19).
Que este mensaje nos impulse a caminar con Dios con un amor que no vacila, un compromiso que no retrocede y una fe que se mantiene firme, recordando siempre que cuando caminamos con Dios, nunca caminamos solos.
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