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jueves, 21 de noviembre de 2024

Frutos Dignos del Evangelio - Mateo 3:8


 El arrepentimiento es mucho más que un sentimiento pasajero de culpa o tristeza. Es un cambio radical que transforma nuestra manera de pensar, sentir y actuar. En Mateo 3:8, Juan el Bautista nos llama a examinar si nuestras vidas están produciendo los frutos que corresponden a un corazón verdaderamente arrepentido.

"Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento."
(Mateo 3:8, RVR1960)

Reflexión

El mensaje de Juan el Bautista era claro: el arrepentimiento no es solo una confesión verbal, sino una evidencia viva de la obra de Dios en el corazón. El "fruto digno" no es algo que producimos por nosotros mismos; es el resultado natural de la gracia divina operando en nuestra vida. Cuando el Espíritu Santo nos convence de pecado, nos lleva a buscar una relación renovada con Dios, lo cual inevitablemente se refleja en nuestras acciones.

Así como un árbol bueno da frutos buenos, una vida transformada por el poder del evangelio dará señales visibles de esa transformación. Esto no significa que seremos perfectos, pero sí implica que habrá una lucha constante contra el pecado, un deseo creciente de obedecer a Dios y un amor práctico hacia los demás.

Preguntémonos: ¿Estamos produciendo frutos dignos del arrepentimiento? ¿Nuestras palabras, actitudes y decisiones reflejan la gracia que hemos recibido? Recordemos que, aunque la salvación es por gracia, esta gracia no nos deja igual. Nos impulsa a vivir para la gloria de Dios.

Aplicación Práctica

  1. Examinemos nuestro corazón: Pidámosle al Señor que nos revele áreas donde nuestro arrepentimiento no ha sido sincero o completo.
  2. Vivamos en obediencia diaria: Permitamos que el evangelio transforme no solo nuestra fe, sino también nuestras obras. Consideremos cómo podemos demostrar más amor, paciencia y justicia en nuestras relaciones.
  3. Dependamos de la gracia: Aunque somos llamados a dar fruto, recordemos que este fruto no proviene de nosotros, sino de permanecer en Cristo, quien nos fortalece y capacita.

Oración

Señor, gracias por tu gracia que transforma nuestras vidas. Perdónanos cuando nuestro arrepentimiento ha sido superficial y nuestras acciones no han reflejado tu obra en nosotros. Enséñanos a vivir de manera que nuestras vidas produzcan frutos dignos de arrepentimiento, para que otros puedan ver tu gloria en nosotros. Haznos árboles firmes y saludables que den testimonio de tu amor y poder. En el nombre de Jesús, amén.

miércoles, 20 de noviembre de 2024

La Simiente Prometida de Abraham - John Macarthur

 


5.- La Simiente Prometida de Abraham

Desde el llamado de Abraham, vemos cómo Dios elige a un hombre común para establecer con él un pacto eterno que trasciende generaciones. Este pacto no se limita a las bendiciones terrenales, como la promesa de una tierra o una descendencia numerosa, sino que apunta al plan redentor que culmina en Cristo, la simiente prometida.

Dios le dice a Abraham que en él serán benditas todas las familias de la tierra. Esto es extraordinario: un pacto establecido con un hombre y su descendencia tiene implicaciones universales. Aquí se revela el corazón misionero de Dios, quien desde el principio buscó traer salvación a todas las naciones. La promesa a Abraham no solo es una invitación para recibir bendición, sino una proclamación de que Dios mismo haría posible esa bendición mediante la obra de Cristo.

El sacrificio de Isaac es otro momento clave. ¿Por qué Dios pediría algo tan extremo? Esta prueba no solo revela la fe obediente de Abraham, sino que nos apunta directamente a Cristo. Isaac llevaba la leña, como Cristo cargó la cruz, y aunque Isaac fue rescatado por el carnero, Jesús fue el Cordero que verdaderamente fue inmolado en nuestro lugar. Aquí vemos que el Dios que demanda justicia es el mismo que provee el sacrificio necesario.

Cuando leemos sobre la fe de Abraham en Hebreos, comprendemos que no se trataba simplemente de confianza en una promesa temporal, sino de la seguridad de que Dios podía hacer lo imposible. Abraham creyó que Dios podía incluso levantar a los muertos, lo cual nos conecta directamente con la resurrección de Cristo.

Hoy, esta enseñanza nos recuerda que, como Abraham, somos llamados a vivir por fe. En un mundo que exalta la autosuficiencia, la historia de Abraham nos invita a descansar en la promesa de un Dios que cumple su palabra. Nos llama a recordar que no somos bendecidos por nuestros méritos, sino por estar en Cristo, la simiente de Abraham, quien nos ha reconciliado con Dios.

Finalmente, esta narrativa nos impulsa a adorar. Al ver cómo Dios ha tejido la historia de la redención a través de siglos, cómo ha cumplido cada promesa y cómo ha provisto todo lo necesario para nuestra salvación, no podemos más que responder con gratitud. La fidelidad de Dios a su pacto nos asegura que, así como cumplió su promesa en Cristo, también cumplirá todas sus promesas a nosotros: nuestra perseverancia en la fe, nuestra santificación y, finalmente, nuestra glorificación junto a Él.

¿Qué hacemos hoy con estas verdades? Nos aferramos a la promesa. Vivimos como hijos de Abraham, herederos de la fe, sabiendo que somos parte de un plan eterno en el que Dios se glorifica al salvarnos. La promesa de Dios, entonces, no solo es un consuelo; es un llamado a vivir con confianza y obediencia, sabiendo que "fiel es el que prometió" (Heb. 10:23).

Citas Bíblicas:
Gn.12:1–3,7; GN. 22:1–18; Mt.1:1; Hch.3:24–26; Ro.4:3; Gá.3:16,19b; Heb.11:8–9, Heb.17–19

Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra. Y apareció Jehová a Abram, y le dijo: A tu descendencia daré esta tierra. Y edificó allí un altar a Jehová, quien le había aparecido. Aconteció después de estas cosas, que probó Dios a Abraham, y le dijo: Abraham. Y él respondió: Heme aquí. Y dijo: Toma ahora a tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré. Y llamó el ángel de Jehová a Abraham por segunda vez desde el cielo, y dijo: Por mí mismo he jurado, dice Jehová, que por cuanto has hecho esto, y no me has rehusado tu hijo, tu único hijo; de cierto te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar; y tu descendencia poseerá las puertas de sus enemigos. En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz. Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham. Y todos los profetas desde Samuel en adelante, cuantos han hablado, también han anunciado estos días. Vosotros sois los hijos de los profetas, y del pacto que Dios hizo con nuestros padres, diciendo a Abraham: En tu simiente serán benditas todas las familias de la tierra. A vosotros primeramente, Dios, habiendo levantado a su Hijo, lo envió para que os bendijese, a fin de que cada uno se convierta de su maldad. Porque ¿qué dice la Escritura? Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia. Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo... La ley fue añadida a causa de las transgresiones, hasta que viniese la simiente a quien fue hecha la promesa. Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba. Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa. Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; y el que había recibido las promesas ofrecía su unigénito, habiéndosele dicho: En Isaac te será llamada descendencia; pensando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos, de donde, en sentido figurado, también le volvió a recibir.


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martes, 19 de noviembre de 2024

¿Qué significa para nosotros Llamar a Dios nuestro Padre? - R.C. Sproul


 06.- ¿Qué significa para nosotros Llamar a Dios nuestro Padre?


Una de las declaraciones más conocidas de la fe cristiana es el Padre Nuestro, que comienza con las palabras “Padre nuestro que estás en el cielo.” Esto forma parte del tesoro universal de la cristiandad. Cuando oigo a los cristianos orar individualmente en alguna reunión privada, prácticamente todos comienzan su oración dirigiéndose a Dios Como Padre. Es algo común entre nosotros dirigirnos a Dios como nuestro Padre. Están central en nuestra experiencia cristiana que en el siglo XIX hubo quienes dijeron que la esencia de toda la religión cristiana puede reducirse a dos puntos: la hermandad universal del hombre y la paternidad universal de Dios. En ese contexto, me temo que hemos pasado por alto una de las enseñanzas más radicales de Jesús.
 Hace pocos años, un erudito alemán estaba investigando la literatura del Nuevo Testamento y descubrió que en toda la historia del judaísmo -en todos los libros existentes del Antiguo Testamento y en todos los libros existentes judíos extra bíblicos fechados desde el comienzo del judaísmo hasta el siglo X D.C. en Italia-, no hay una sola mención de algún judío que se dirigiera a Dios directamente como Padre. Había formas apropiadas de nombrarlo que eran usadas por los judíos en el Antiguo Testamento, y los niños eran enseñados a dirigirse a Dios con frases adecuadas de respeto. Todos estos títulos eran memorizados, y el término “Padre” no estaba entre ellos.
 El primer rabí judío en llamar a Dios “Padre” directamente fue Jesús de Nazaret. Fue una ruptura radical con la tradición, y de hecho, en cada oración registrada que tenemos en los labios de Jesús, salvo una, él llama a Dios “Padre.” Fue por esa razón que mucho de los enemigos de Jesús intentaron destruirlo;  él pretendía tener esta relación íntima y personal con el Dios soberano del cielo y creador de todas las cosas, y se atrevía a hablar en esos términos tan íntimos con Dios. Lo que es aún más radical es que Jesús dice a sus discípulos: “Ora de la siguiente manera: 'Padre nuestro.'” Él nos ha dado el derecho y el privilegio de venir a la presencia de la majestad de Dios y dirigirnos a él como Padre porque, en efecto, lo es. Él nos ha adoptado en su familia y nos ha hecho coherederos con su Hijo unigénito (Romanos 8:17).

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 ¡Qué buena Pregunta!, RC Sproul pág 9.


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lunes, 18 de noviembre de 2024

Caminando con Dios - Éxodo 33:12-15


 La historia de Éxodo 33 es un claro reflejo de la profundidad y exclusividad de la relación que Dios estableció con Moisés. Este pasaje nos sitúa en un momento crítico: el pueblo de Israel ha pecado al adorar al becerro de oro, y Dios había considerado no ir con ellos hacia la tierra prometida. Sin embargo, Moisés intercede con un fervor que nos enseña lo que significa verdaderamente caminar con Dios. La Escritura nos describe que "Jehová hablaba a Moisés cara a cara, como habla cualquiera a su compañero" (Éxodo 33:11). Esta imagen nos invita a considerar cómo es nuestra comunión con Dios: ¿es íntima, constante, auténtica?


12 Y dijo Moisés a Jehová: Mira, tú me dices a mí: Saca este pueblo; y tú no me has declarado a quién enviarás conmigo. Sin embargo, tú dices: Yo te he conocido por tu nombre, y has hallado también gracia en mis ojos. 13 Ahora, pues, si he hallado gracia en tus ojos, te ruego que me muestres ahora tu camino, para que te conozca, y halle gracia en tus ojos; y mira que esta gente es pueblo tuyo. 14 Y él dijo: Mi presencia irá contigo, y te daré descanso. 15 Y Moisés respondió: Si tu presencia no ha de ir conmigo, no nos saques de aquí.

- Éxodo 33:12-15

La Profundidad de una Relación Verdadera
Moisés no se conformaba con una relación superficial; su oración en el versículo 13 lo demuestra: “Te ruego que me muestres ahora tu camino, para que te conozca”. Este clamor por conocer más a Dios revela un corazón apasionado, consciente de que caminar con Él es el propósito supremo de la vida. Aquí vemos que caminar con Dios implica rendirnos y buscarle en todo momento, sin buscar atajos ni soluciones fáciles. La relación de Moisés con Dios es un modelo de una fe que no titubea, una confianza que no depende de circunstancias favorables, sino de la presencia de Dios mismo.

Este tipo de búsqueda es radicalmente diferente a las relaciones humanas, que pueden variar en intensidad y fidelidad. En cambio, el caminar con Dios es un camino de perseverancia y devoción, nutrido por Su fidelidad eterna y Su gracia. Moisés entendía que conocer a Dios y experimentar Su presencia es más valioso que cualquier bendición o logro humano.

¿Qué Significa Caminar con Dios?
Caminar con Dios trasciende las palabras y va más allá de las promesas ocasionales. Es una vida marcada por la obediencia y el deseo de estar bajo Su guía. Dios le dice a Moisés en el versículo 14: “Mi presencia irá contigo, y te daré descanso”. Esta respuesta es profunda y transformadora, porque el descanso al que Dios se refiere no es solo un alivio temporal, sino una paz espiritual que solo puede provenir de una relación con Él. Este descanso nos sostiene en la incertidumbre y nos da la fuerza para enfrentar el día a día, sabiendo que Su presencia es nuestra seguridad.

La promesa de la presencia de Dios es el fundamento de la esperanza cristiana. No es simplemente que Dios está cerca cuando las cosas van bien; es que Él camina con nosotros, sosteniéndonos, incluso cuando la senda es incierta y los desafíos parecen abrumadores. Este caminar diario nos enseña a depender de Dios y a encontrar en Él nuestra satisfacción y propósito.

Una Reflexión para Tomar Acción
El compromiso de Moisés con Dios en el versículo 15 –“Si tu presencia no ha de ir conmigo, no nos saques de aquí”– es un recordatorio de que nuestro deseo de caminar con Dios debe ser inquebrantable. Esta declaración refleja una vida totalmente entregada y dependiente de la dirección divina. No se trata de buscar a Dios solo cuando lo necesitamos, sino de vivir cada momento con la conciencia de que sin Él, todo esfuerzo es vano.

Jesucristo, el ejemplo máximo de comunión y dependencia del Padre, vivió y murió para que nosotros también pudiéramos tener esta cercanía con Dios. Su sacrificio nos abrió la puerta para caminar con Él, no de manera distante, sino en una relación profunda y transformadora. Como dice la Escritura: "Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero" (1 Juan 4:19).

Invitación a la Acción
Hermanos, examinemos nuestra vida y preguntemos: ¿estamos caminando con Dios de todo corazón, o nuestra relación con Él se ha vuelto rutinaria? No nos conformemos con una fe a medias, sino que, como Moisés, busquemos esa presencia que es nuestra guía y descanso. Oremos fervientemente para que nuestra vida sea un reflejo de nuestra total dependencia en Él y vivamos con la certeza de que en cada paso que demos, Su mano está con nosotros.

Que este mensaje nos impulse a caminar con Dios con un amor que no vacila, un compromiso que no retrocede y una fe que se mantiene firme, recordando siempre que cuando caminamos con Dios, nunca caminamos solos.

domingo, 17 de noviembre de 2024

Conocer a Dios y la verdadera “Piedad” - Juan Calvino


 

Libro I, Capitulo II

01.- Conocer a Dios y la verdadera “Piedad”

Es evidente que no conocemos a Dios con meramente reconocer que no hay duda de su existencia. Le conocemos, en la medida de lo posible, a partir de comprender lo que sirve para su gloria, es decir, lo que es apropiado. Efectivamente, es verdad que no puede decir que se conoce a Dios si no hay ni sentimiento religioso ni piedad. Aquí no estoy todavía hablando del conocimiento particular de lo que, conscientes de estar perdidos y bajo maldición, son conducidos a Dios y la reconocen como su redentor en Jesucristo. Sólo hablo de este conocimiento simple y natural que poseeríamos si Adán hubiese mantenido su integridad. nadie en esa situación de ruina y desolación propia del género humano es capaz de percibir a Dios como su padre o Salvador si no es por el sacrificio propiciatorio de Cristo por nosotros. Es posible reconocer a Dios como creador, no solo porque su poder nos sostiene, sino porque Él nos dirige en su providencia, nos protege y nos da a beber de su bondad, colmándonos de toda clase de bendiciones. Pero recibir y acoger la gracia de la reconciliación de que Dios nos ofrece en Cristo es otra cosa.

Se conoce a Dios de dos maneras: primero como creador, gracias a esta bella obra cumbre que es el mundo y la enseñanza general de las Escritura que aportan al respecto; solo después aparece como redentor en la persona de Jesucristo. De momento, nos preocuparemos de la primera manera; a su tiempo trataremos la segunda. 

Es cierto que nuestro espíritu apenas puede comprender a Dios a partir de lo que recibe de él; por tanto, no basta con saber de manera confusa que existe un Dios digno de ser adorado, solo él, si no estamos igualmente convencidos de que este Dios al que adoramos es también la fuente de todo lo que tenemos y que no hay nada que buscar fuera de él. Este es mi tesis: primero, Dios, después de haber creado el mundo, lo sostiene con poder, lo gobierna con sabiduría, lo guarda y preserva en su bondad, se preocupa sobre todo de guiar el género humano en toda justicia e integridad, lo soporta en su misericordia y lo mantiene bajo su protección. En segundo lugar, nos lleva a creer que fuera de él no hay ni una gota de sabiduría, de luz o de justicia, de rectitud o verdad: En efecto, como todo proviene de Dios debemos aprender a esperarlo todo de él y atribuírselo todo a él, así como, convencidos de que, si le agrada, debemos recibir todas las cosas con acción de gracias. Este reconocimiento de las incomparables cualidades de Dios es el único maestro capaz de enseñarnos la piedad de la que procede la religión. 

Llamo “piedad” a este sentimiento que resulta de la unión del respeto y del amor que nos lleva hacia Dios, cuyas bondades conocemos. Puesto que es cierto que, hasta que los seres humanos no se persuadan de que están totalmente en deuda con Dios, de quien reciben sus paternales cuidados, de que él es el autor de todo bien y de que nada hay que buscar fuera de Él, no manifestarán verdaderamente de devoción. Además, si no hayan en él su felicidad, no se consagrarán de modo verdadero y sincero a Él.

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sábado, 16 de noviembre de 2024

Mas allá de las Palabras: La Poderosa Realidad de la Oración - Colosenses 4:2


 Vivimos en una era marcada por la inmediatez y la distracción. El ruido constante del mundo puede ahogar nuestra voz interior y dificultar nuestra conexión con Dios. Sin embargo, en medio de este caos, la oración emerge como un ancla que nos fija en la realidad espiritual. Colosenses 4:2 nos exhorta a "perseverar en la oración", invitándonos a cultivar una vida de comunión constante con nuestro Padre celestial.


"Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias"
— Colosenses 4:2 (RVR60)

Reflexión: La Oración, un Vínculo Vital

La oración no es un ritual vacío o una lista de peticiones. Es una expresión genuina de nuestra dependencia de Dios. Cuando oramos, reconocemos que somos criaturas limitadas y que necesitamos de su gracia y provisión en cada aspecto de nuestras vidas. La oración nos conecta con la fuente de toda sabiduría y poder, y nos transforma conforme a la imagen de Cristo.

  • La oración como expresión de nuestra dependencia: Al orar, reconocemos que no tenemos el control de nuestras vidas. Dios es nuestro proveedor, nuestro sanador y nuestro defensor.
  • La oración como medio de santificación: A través de la oración, el Espíritu Santo nos moldea y nos conforma a la imagen de Cristo. La oración nos ayuda a combatir el pecado y a cultivar las virtudes del Espíritu.
  • La oración como arma espiritual: En un mundo marcado por el conflicto espiritual, la oración es nuestra arma más poderosa. Al orar, nos unimos a la batalla espiritual y resistimos las asechanzas del enemigo.

La Oración en la Vida del Creyente Moderno

En un mundo secularizado, la oración puede parecer irrelevante o incluso anticuada. Sin embargo, nunca ha sido más necesaria. La oración nos proporciona la fuerza y la paz que necesitamos para enfrentar los desafíos de la vida. Además, nos permite ser agentes de transformación en un mundo que necesita desesperadamente de la esperanza del Evangelio.

Aplicación Práctica: Cultivando una Vida de Oración

  • Establece un horario de oración: Dedica tiempo cada día para estar a solas con Dios. Puedes comenzar tu día con una oración de alabanza y agradecimiento, y terminar el día reflexionando sobre los eventos del día y presentando tus peticiones a Dios.
  • Ora en cualquier lugar y en cualquier momento: No te limites a orar en un lugar específico o a una hora determinada. Ora mientras conduces, trabajas, o realizas cualquier actividad.
  • Únete a un grupo de oración: La oración en comunidad puede ser muy enriquecedora. Busca un grupo de oración en tu iglesia o en tu comunidad.
  • Utiliza recursos devocionales: Hay muchos libros, aplicaciones y devocionales que pueden ayudarte a profundizar en tu vida de oración.

Oración

Amado Padre celestial, te damos gracias por el privilegio de acercarnos a tu trono de gracia. Reconocemos nuestra completa dependencia de ti y te pedimos que nos ayudes a perseverar en la oración. Fortalece nuestra fe para creer que tú escuchas nuestras súplicas y que respondes a nuestras necesidades de acuerdo a tu perfecta voluntad. Que a través de la oración experimentemos tu presencia transformadora en nuestras vidas y seamos cada vez más semejantes a Cristo. En el nombre de Jesús, amén.

jueves, 14 de noviembre de 2024

A Través del Umbral de las Ruinas: Un Llamado a la Eternidad

Imagen de hombre en medio de ruinas generada por IA

A Través del Umbral de las Ruinas: Un Llamado a la Eternidad

Me encuentro de pie, rodeado por ruinas que susurran historias antiguas, como si cada piedra tuviera grabada la memoria de una época que se desvaneció en el viento. El aire es denso, cargado de ecos que resuenan en un silencio solemne. Frente a mí, un arco imponente se alza como la última puerta hacia lo que alguna vez fue grandeza; una entrada que parece desafiar el tiempo, una ventana que me invita a cruzar a un mundo perdido entre la arena y los suspiros de lo que fue.

Miro más allá de las columnas rotas y pienso en las civilizaciones que aquí vivieron, en sus sueños, sus miedos, sus deseos de eternidad. Todo lo que construyeron, todo lo que consideraron inmortal, yace ahora a mis pies, reducido a escombros. Y me pregunto: ¿cuánto de lo que erigimos hoy sufrirá el mismo destino? El peso de esa pregunta se asienta en mi pecho, pero una luz, una chispa que atraviesa el arco, me devuelve el aliento.

Es una luz suave, cálida, que parece decirme que hay algo que va más allá de la decadencia, algo que no puede ser reducido al polvo. Me recuerda esas palabras eternas: "El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán". Y en ese instante, entiendo que las ruinas no son solo testigos del pasado, sino también señales hacia lo eterno, recordatorios de que lo humano puede caer, pero lo divino nunca perece.

Cierro los ojos y siento la presencia de lo eterno; un murmullo en mi espíritu que me invita a no ser solo un observador, sino un buscador. Me dice que cruce, que me atreva a caminar por ese umbral que separa lo efímero de lo inmortal, que deje de aferrarme a las construcciones frágiles de mis propias manos y busque esa Verdad que es la roca inquebrantable, la luz que no se apaga.

Abro los ojos de nuevo y el paisaje sigue ahí, inmóvil. Pero ahora ya no solo veo ruinas, sino un camino, un llamado. Entiendo que en medio de la desolación y el paso del tiempo, puedo elegir caminar hacia la eternidad, hacia la única presencia que me da propósito, que me sostiene incluso cuando todo lo demás se desmorona.

*Texto mejorado con ChatGpt

 

Venciendo el Desánimo - 2 Corintios 4:16-18

  En el caminar diario de la vida cristiana, enfrentamos desafíos y pruebas que pueden llegar a desgastar nuestra fe y nuestras fuerzas. Sin...