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jueves, 28 de noviembre de 2024

Reconciliados para Reconciliar - 2 Corintios 5:18


 Vivimos en un mundo marcado por divisiones, conflictos y separación, tanto entre los hombres como entre el hombre y Dios. Sin embargo, en el centro del evangelio encontramos una verdad gloriosa: Dios ha tomado la iniciativa para reconciliar consigo mismo a los pecadores a través de Jesucristo. Esta reconciliación no solo transforma nuestra relación con Él, sino que también nos llama a ser agentes de su paz en un mundo necesitado.


Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió 
consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación” 
(2 Corintios 5:18, RVR1960).

La reconciliación es una obra que solo Dios puede realizar. En nuestra naturaleza caída, estábamos separados de Él, incapaces de buscarle o de reparar nuestra condición. Pero Dios, en su gracia soberana, tomó la iniciativa enviando a su Hijo. Jesucristo, siendo sin pecado, llevó sobre sí la culpa y el castigo que merecíamos, satisfaciendo la justicia divina y abriendo el camino para que pudiéramos ser restaurados a comunión con el Padre.

Este acto no solo demuestra el amor de Dios, sino también su gloria y santidad. No nos reconcilió porque fuéramos dignos, sino porque Él es bueno. La reconciliación nos recuerda que toda la obra de la salvación proviene de Dios, desde la elección hasta la glorificación. Cristo es el mediador perfecto, el único camino por el cual podemos ser reconciliados.

Además, este texto señala que la reconciliación no es un fin en sí mismo. Aquellos que han sido reconciliados con Dios reciben un encargo: el ministerio de la reconciliación. No podemos guardar para nosotros este mensaje de esperanza, sino que estamos llamados a proclamarlo a otros, rogándoles que se reconcilien con Dios a través de Cristo.

Aplicación práctica

  1. Reconoce la gracia de Dios: Tómate tiempo para reflexionar en la magnitud del amor de Dios que te buscó y te reconcilió cuando tú no podías hacerlo. Que esta verdad llene tu corazón de gratitud y adoración.
  2. Sé un embajador de la reconciliación: Identifica a alguien en tu vida que necesita escuchar el mensaje del evangelio. Ora por esa persona y busca oportunidades para compartir la verdad de Cristo con humildad y amor.
  3. Vive reconciliado con otros: Así como Dios ha perdonado tus pecados, busca perdonar y restaurar tus relaciones con quienes te han herido. Modela la reconciliación divina en tus interacciones cotidianas.

Oración
Señor misericordioso, gracias porque en Cristo nos reconciliaste contigo, siendo nosotros indignos y rebeldes. Te alabamos por tu amor y tu gracia que nos transforman y nos dan vida. Ayúdanos a ser fieles en compartir este mensaje de reconciliación con aquellos que aún están lejos de ti. Enséñanos a vivir como agentes de paz en un mundo necesitado de tu redención. Todo lo pedimos en el nombre de Jesús, nuestro Salvador y Mediador. Amén.

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