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miércoles, 6 de noviembre de 2024

Cuando Nos Olvidamos de Dios - Deuteronomio 8:11-20


 En la vida cotidiana, es fácil caer en la creencia de que nuestros éxitos y fracasos dependen únicamente de nuestra propia fuerza. Nos esforzamos por alcanzar metas, y cuando enfrentamos desafíos, buscamos el consuelo de Dios. Sin embargo, cuando las cosas mejoran, nos olvidamos de Él. Esta tendencia no es nueva, y el libro de Deuteronomio (8:11-20) nos recuerda las consecuencias de apartarnos de Dios.


"11 Cuídate de no olvidarte de Jehová tu Dios, para cumplir sus mandamientos, sus decretos y sus estatutos que yo te ordeno hoy; 12 no suceda que comas y te sacies, y edifiques buenas casas en que habites, 13 y tus vacas y tus ovejas se aumenten, y la plata y el oro se te multipliquen, y todo lo que tuvieres se aumente; 14 y se enorgullezca tu corazón, y te olvides de Jehová tu Dios, que te sacó de tierra de Egipto, de casa de servidumbre; 15 que te hizo caminar por un desierto grande y espantoso, lleno de serpientes ardientes, y de escorpiones, y de sed, donde no había agua, y él te sacó agua de la roca del pedernal; 16 que te sustentó con maná en el desierto, comida que tus padres no habían conocido, afligiéndote y probándote, para a la postre hacerte bien; 17 y digas en tu corazón: Mi poder y la fuerza de mi mano me han traído esta riqueza. 18 Sino acuérdate de Jehová tu Dios, porque él te da el poder para hacer las riquezas, a fin de confirmar su pacto que juró a tus padres, como en este día. 19 Mas si llegares a olvidarte de Jehová tu Dios y anduvieres en pos de dioses ajenos, y les sirvieres y a ellos te inclinares, yo lo afirmo hoy contra vosotros, que de cierto pereceréis. 20 Como las naciones que Jehová destruirá delante de vosotros, así pereceréis, por cuanto no habréis atendido a la voz de Jehová vuestro Dios."

La Tranquilidad y el Olvido
La historia muestra que, en tiempos de crisis, muchos buscan refugio en la fe. Después de tragedias, las iglesias se llenan, como ocurrió en EE. UU. tras el 11 de septiembre. Pero cuando la tranquilidad regresa, es común que la dependencia de Dios disminuya. En Deuteronomio, Dios advierte a Su pueblo del riesgo de olvidar Su provisión. Al obtener riquezas y estabilidad en la Tierra Prometida, el pueblo podría pensar que no necesita a Dios y enorgullecerse de sus propias habilidades.

Una Alerta Para Nuestro Tiempo
Nosotros, como cristianos, también enfrentamos este riesgo. En nuestra comodidad, podemos caer en la trampa de compararnos con el mundo y desear lo que él ofrece. Las riquezas materiales y el éxito no nos definen, y aunque Dios no prohíbe la prosperidad, sí advierte contra el orgullo que puede llevarnos a olvidar que Él es la fuente de todo bien.

Una Fe Que Depende De Dios
El peligro de adoptar una mentalidad de autosuficiencia es grande en un mundo que promueve el "yo puedo". Algunos incluso declaran "Yo decreto" o "Yo ordeno", minimizando a Dios. Pero Él es soberano, y no nos necesita para Su grandeza; en cambio, nosotros necesitamos reconocer Su mano en cada aspecto de nuestras vidas. Dios, en Su amor, nos ha sostenido, como sostuvo a Israel en el desierto. Ellos recibieron maná y agua en medio de la sequía, y sus ropas y calzado no se desgastaron, una clara señal de la constante provisión de Dios.

Recordemos Nuestra Dependencia de Dios
La verdadera libertad no se encuentra en la autosuficiencia sino en la dependencia de Dios. Si estamos de pie hoy, es gracias a Su misericordia. Si tenemos un techo, alimento, y paz, es porque Él cuida de nosotros. Esta realidad nos invita a la gratitud y a recordar siempre quién es Dios y lo que ha hecho en nuestras vidas.

El Peligro de Ser Como el Mundo
Al vivir en un mundo lleno de ídolos modernos, somos tentados a buscar la aprobación y la seguridad en las cosas materiales o en las ideas humanas. Pero la vida cristiana es un llamado a vivir en humildad, a depender de Dios y a darle la gloria. Servirle no requiere sacrificios humanos, sino una entrega humilde, una vida de gratitud y obediencia.

Para Reflexionar
Dios nos llama a no olvidarnos de quiénes somos y de dónde Él nos ha rescatado. Nuestra misión es vivir para Su gloria y recordar que, en Su gracia, Él nos ha comprado a precio de sangre. Que cada día sea una oportunidad para elegir depender de Dios, agradecidos de ser Sus hijos y deseosos de reflejar Su amor al mundo.

Conclusión
Cuando nos enfrentamos al riesgo de olvidarnos de Dios, recordemos Su fidelidad y provisión. Que nuestras vidas reflejen Su amor y la profunda gratitud de saber que todo lo que tenemos proviene de Él. Vivamos de tal manera que recordemos que hemos sido comprados por un precio, y que nuestra verdadera identidad está en Él.

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