5.- La Simiente Prometida de Abraham
Dios le dice a Abraham que en él serán benditas todas las familias de la tierra. Esto es extraordinario: un pacto establecido con un hombre y su descendencia tiene implicaciones universales. Aquí se revela el corazón misionero de Dios, quien desde el principio buscó traer salvación a todas las naciones. La promesa a Abraham no solo es una invitación para recibir bendición, sino una proclamación de que Dios mismo haría posible esa bendición mediante la obra de Cristo.
El sacrificio de Isaac es otro momento clave. ¿Por qué Dios pediría algo tan extremo? Esta prueba no solo revela la fe obediente de Abraham, sino que nos apunta directamente a Cristo. Isaac llevaba la leña, como Cristo cargó la cruz, y aunque Isaac fue rescatado por el carnero, Jesús fue el Cordero que verdaderamente fue inmolado en nuestro lugar. Aquí vemos que el Dios que demanda justicia es el mismo que provee el sacrificio necesario.
Cuando leemos sobre la fe de Abraham en Hebreos, comprendemos que no se trataba simplemente de confianza en una promesa temporal, sino de la seguridad de que Dios podía hacer lo imposible. Abraham creyó que Dios podía incluso levantar a los muertos, lo cual nos conecta directamente con la resurrección de Cristo.
Hoy, esta enseñanza nos recuerda que, como Abraham, somos llamados a vivir por fe. En un mundo que exalta la autosuficiencia, la historia de Abraham nos invita a descansar en la promesa de un Dios que cumple su palabra. Nos llama a recordar que no somos bendecidos por nuestros méritos, sino por estar en Cristo, la simiente de Abraham, quien nos ha reconciliado con Dios.
Finalmente, esta narrativa nos impulsa a adorar. Al ver cómo Dios ha tejido la historia de la redención a través de siglos, cómo ha cumplido cada promesa y cómo ha provisto todo lo necesario para nuestra salvación, no podemos más que responder con gratitud. La fidelidad de Dios a su pacto nos asegura que, así como cumplió su promesa en Cristo, también cumplirá todas sus promesas a nosotros: nuestra perseverancia en la fe, nuestra santificación y, finalmente, nuestra glorificación junto a Él.
¿Qué hacemos hoy con estas verdades? Nos aferramos a la promesa. Vivimos como hijos de Abraham, herederos de la fe, sabiendo que somos parte de un plan eterno en el que Dios se glorifica al salvarnos. La promesa de Dios, entonces, no solo es un consuelo; es un llamado a vivir con confianza y obediencia, sabiendo que "fiel es el que prometió" (Heb. 10:23).
Gn.12:1–3,7; GN. 22:1–18; Mt.1:1; Hch.3:24–26; Ro.4:3; Gá.3:16,19b; Heb.11:8–9, Heb.17–19
Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra. Y apareció Jehová a Abram, y le dijo: A tu descendencia daré esta tierra. Y edificó allí un altar a Jehová, quien le había aparecido. Aconteció después de estas cosas, que probó Dios a Abraham, y le dijo: Abraham. Y él respondió: Heme aquí. Y dijo: Toma ahora a tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré. Y llamó el ángel de Jehová a Abraham por segunda vez desde el cielo, y dijo: Por mí mismo he jurado, dice Jehová, que por cuanto has hecho esto, y no me has rehusado tu hijo, tu único hijo; de cierto te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar; y tu descendencia poseerá las puertas de sus enemigos. En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz. Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham. Y todos los profetas desde Samuel en adelante, cuantos han hablado, también han anunciado estos días. Vosotros sois los hijos de los profetas, y del pacto que Dios hizo con nuestros padres, diciendo a Abraham: En tu simiente serán benditas todas las familias de la tierra. A vosotros primeramente, Dios, habiendo levantado a su Hijo, lo envió para que os bendijese, a fin de que cada uno se convierta de su maldad. Porque ¿qué dice la Escritura? Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia. Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo... La ley fue añadida a causa de las transgresiones, hasta que viniese la simiente a quien fue hecha la promesa. Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba. Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa. Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; y el que había recibido las promesas ofrecía su unigénito, habiéndosele dicho: En Isaac te será llamada descendencia; pensando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos, de donde, en sentido figurado, también le volvió a recibir.
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